Blogia
valentino

lo estamos malcriando

lo estamos malcriando 2 años: "¿Lo estamos malcriando?"


¡Qué pronto pasa el primer año de un pequeño! Parece que fue ayer cuando nuestro hijo aterrizó en nuestras vidas, con apenas tres kilos (o poco más) y un montón de ilusiones bajo el brazo. Ahora no podemos imaginarnos nuestros días sin él, con todas las satisfacciones que nos da, con todas las preocupaciones (también) y, sobre todo, con esas inmensas ganas que tiene de llevarse el mundo por delante.


No es que a los 12 meses y un día deje de repente de ser un bebé, no; todos sabemos que eso es puro convencionalismo. Es más, somos conscientes de que todavía nos necesita mucho, muchísimo, y durante muchos años más.

Pero sí es cierto que después de su primer cumpleaños empezamos a darnos cuenta de que es tiempo ya de que a nuestro intrépido investigador le vayamos dejando claro quién es el "jefe" (¿él o nosotros?); y de que necesita también que en su rutina diaria hayamos sembrado o empecemos a preparar el terreno para que los buenos hábitos (comida, sueño, autonomía, relaciones sociales…) den los frutos que esperamos.

Y como nos preocupa el bienestar, la salud, la educación y la felicidad de nuestro hijo, nos planteamos muchas preguntas: ¿lo estamos haciendo bien?, ¿no estará demasiado mimado?, ¿lo consentimos en exceso?, o, como dice a veces la abuela, ¿no lo estaremos malcriando?

"¿Por qué no sabe jugar solo?"

Nicolás tiene 18 meses. Su mamá no trabaja fuera de casa y se considera afortunada por pasar todas las tardes jugando con él; "pero no sé si lo estoy acostumbrando mal ­se pregunta­. A la mañana estoy muy atareada y, en cuanto ve que lo dejo jugando solo, corre a buscarme desconsolado. ¿No debería ya saber jugar él solito?".

En torno a los cinco o seis meses, los niños pasan ya algunos ratos entretenidos con un juguete, siempre y cuando sepan que su mamá anda cerca, le hable e intervenga de vez en cuando en su juego. Poco a poco esos ratos se alargan, pero las condiciones no cambian: todavía necesita saber que su mamá está ahí y que correrá cuando él la necesite o, simplemente, se aburra. Si desde pequeño está acostumbrado a que un adulto (mamá o papá, la niñera…) participe siempre y en todo momento en sus juegos, es lógico que proteste si, de repente, se le niega ese compañero incondicional.

Los niños disfrutan mucho jugando con los adultos (si los conocen bien, claro), y más a esta edad. No les disputan sus juguetes, celebran cada logro suyo con entusiasmo… Todavía no saben jugar con otros niños; les complace estar en su compañía, pero cada uno está en lo suyo; se limitan a jugar al lado de.

El mejor juguete para un niño son sus papis, por supuesto, pero no sólo sus papás. Lo primero es darle los juguetes adecuados para su edad (muñecos blanditos, piezas grandes de plástico o de madera para hacer torres, para encajar…; vehículos para rodar, etc.); y lo segundo, ayudarlo para que empiece a tomarle el gusto a lo que está haciendo.

Cuando el pequeño se involucre con el asunto, podemos dejarlo solito e intervenir a distancia: "¡Qué torre más alta te salió!"; "¡Qué impulso que le diste al autito!". Con paciencia y respetando esos breves momentos de autonomía, empezará progresivamente a mostrarse más independiente en sus juegos. Pero sólo un poco; al principio, es normal que esos ratos no duren más allá de unos veinte minutos.

0 comentarios